martes, 13 de septiembre de 2022

La Gran Comisión Por Dra. Gladys M. Santiago

 

 

La Gran Comisión

Por Dra. Gladys M. Santiago

Recientemente estuve participando en un grupo de mujeres donde se me había asignado el versículo 19 del capítulo 28 del Evangelio de Mateo:

Vayan, pues, a las gentes de todas las naciones, y háganlas mis discípulos; bautícenlas en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo.”

Tres cosas me vinieron a la mente: que la salvación es para toda la humanidad; que el proceso del bautismo es el primer requisito para hacer discípulos de Cristo; y que la Gran Comisión es un mandato, no es opcional. O sea, que ser discípulos de Cristo requiere acción continua, consistente, y persistente. No se puede estar de brazos cruzados o ser meramente espectadores. No se puede dar excusas para evitar o sabotear, de manera consciente o inconsciente, el trabajo de la Gran Comisión.

La salvación es para toda la humanidad-

La venida de Jesús estableció un nuevo pacto donde el pueblo de Dios ya no se iba a dar a conocer por ser de una sola raza o nación, esto es, judíos solamente. Al contrario, según lo dijo el mismo Jesús en Lucas 22:20, el nuevo pacto se pone en acción cuando reconocemos que Él es nuestro salvador por medio de su sacrificio en la cruz. Todo el que acepte a Jesús y se convierta en su discípulo, esa persona pertenece al pueblo de Dios. En Jesús se cumplió una promesa de salvación para toda la humanidad, que incluye todas las razas y etnias. El plan de Dios desde la creación era de que todo hombre y mujer lo conocieran y lo glorificaran. A través del pueblo judío, Dios fue preparando su camino para darse a conocer a toda la humanidad. Por eso, cuando Jesús vino, vemos como Él mismo fue rompiendo barreras étnicas y el concepto de una sola nación bajo el nuevo pacto. Jesús no solo habló, sino que lo demostró. En los evangelios vemos muchos ejemplos de cómo Jesús interactuó con personas de otras naciones y razas. Lo vemos con la mujer samaritana en Juan 4:1-42. Jesús le llevó las buenas nuevas a una mujer de una raza despreciada. No sólo eso, esa mujer le llevó las buenas nuevas a su pueblo, y Jesús no se lo prohibió por ser mujer y samaritana. También lo vemos con la mujer siro-fenicia en Mateo 15:21-28. Jesús sanó a su hija que estaba endemoniada, y con estas palabras respondió a su ruego, “Oh mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas.”  Jesús también sanó al siervo del centurión romano como se puede leer en Mateo 8:5-13. Las palabras del centurión están grabadas en la memoria de muchos: “Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo, más solamente di la palabra y mi criado quedará sano.” Dice en la Escrituras que Jesús se maravilló y dijo, “En verdad os digo que en Israel no he hallado en nadie una fe tan grande.” Jesús les advirtió a muchos judíos incrédulos que ellos morirían por sus pecados y no tendrían morada con Él y el Padre. Esto lo dice en Juan 8:21-30, “por eso os dije que moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que yo soy, moriréis en vuestros pecados.” Jesús certifica que la salvación es para todo el que crea en Él y que todo el que lo siga pertenece al pueblo de Dios.

Otro pasaje donde vemos que nuevamente donde se certifica esa comisión de llevar el evangelio a todas las naciones está en Hechos 10:9-16, en la visión de Pedro, que él no entendió hasta que fue a la casa de Cornelio, el centurión romano. Dice en Hechos 10:34: Pedro entonces comenzó a hablar, y dijo:—Ahora entiendo que de veras Dios no hace diferencia entre una persona y otra,  sino que en cualquier nación acepta a los que lo reverencian y hacen lo bueno.  Luego más adelante dice en Hechos 10: 44-48: Todavía estaba hablando Pedro, cuando el Espíritu Santo vino sobre todos los que escuchaban su mensaje. Y los creyentes procedentes del judaísmo que habían llegado con Pedro, se quedaron admirados de que el Espíritu Santo fuera dado también a los que no eran judíos, pues los oían hablar en lenguas extrañas y alabar a Dios. Entonces Pedro dijo:—¿Acaso puede impedirse que sean bautizadas estas personas, que han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros?  Y mandó que fueran bautizados en el nombre de Jesucristo.

El bautismo –

El bautismo en agua es un acto de arrepentimiento, confesar los pecados y arrepentirse, y comprometerse a dejar de pecar. Esto es un acto que requiere sinceridad, honestidad, y entrega total. Es un acto que se hace con los ojos cerrados, como decimos de manera coloquial. No se piensa, no se regodea, uno se tira de pecho sin titubear ni dudar. Uno se rinde y se entrega de corazón a Dios sin juegos ni egos intelectuales. Cuando Juan el Bautista vio a muchos fariseos y saduceos que venían a bautizarse, pero que no lo hacían de corazón, él les dijo: «¡Raza de víboras! ¿Quién les ha dicho a ustedes que van a librarse del terrible castigo que se acerca? Pórtense de tal modo que se vea claramente que se han vuelto al Señor…” (Mateo 3:7-9). No hay pretensiones, tiene que haber un arrepentimiento sincero.

Y vemos a Jesús dando el ejemplo, aunque Él no tenía pecado, pero nos dio el ejemplo como se cuenta en Mateo 3:13-17. Juan El Bautista no quería bautizarlo pues ciertamente él entendía que Jesús era limpio de pecado. Sin embargo, Jesús dio testimonio de que el bautismo es el primer paso para convertirnos en sus discípulos. Dice en Mateo: Jesús fue de Galilea al río Jordán, donde estaba Juan, para que éste lo bautizara. Al principio Juan quería impedírselo, y le dijo:—Yo debería ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? Jesús le contestó:—Déjalo así por ahora, pues es conveniente que cumplamos todo lo que es justo ante Dios. Entonces Juan consintió. En cuanto Jesús fue bautizado y salió del agua, el cielo se le abrió y vio que el Espíritu de Dios bajaba sobre él como una paloma.  Se oyó entonces una voz del cielo, que decía: «Éste es mi Hijo amado, a quien he elegido.»” Después de Jesús ser bautizado, se fue al desierto donde ayunó por 40 días, se preparó espiritualmente, y luego comienza su ministerio.

La Gran Comisión -

El asunto de ser discípulos de Jesús va más allá de confesar los pecados, de evitar el pecado, y de participar en la congregación. Hay un mandato para todos. Jesús mismo dio el ejemplo al caminar por todo Israel, incluyendo Samaria, enseñando a los discípulos como llevar las buenas nuevas en el monte, en la sinagoga, y por donde quiera que anduviera.  No sólo les enseñó y se lo demostró, sino que también los envió a hacer lo mismo durante su ministerio. Lo vemos en Lucas 10:1-20, con el relato del envío de los 72 discípulos: Después de esto, el Señor escogió también a otros setenta y dos, y los mandó de dos en dos delante de él, a todos los pueblos y lugares a donde tenía que ir.” Se cuenta que los 72 discípulos regresaron regocijados por las obras que hicieron en el nombre del Señor. Dice en Lucas 10: Los setenta y dos regresaron muy contentos, diciendo:—¡Señor, hasta los demonios nos obedecen en tu nombre! Jesús les dijo:—Sí, pues yo vi que Satanás caía del cielo como un rayo. Yo les he dado poder a ustedes para caminar sobre serpientes y alacranes, y para vencer toda la fuerza del enemigo, sin sufrir ningún daño. Pero no se alegren de que los espíritus los obedezcan, sino de que sus nombres ya están escritos en el cielo.”

Un discípulo es una persona activa, que luego de ser bautizada, se entrena y luego sale a llevar el evangelio. Un discípulo aspira a ser como su maestro, sobre todo a poner en práctica lo que se le enseñó. Jesús fue un maestro que no sólo enseñó, sino que demostró como la lección se ponía en práctica. Jesús envió a los discípulos a una especie de internado/práctica, como se le llama a nivel universitario, cuando los discípulos habían terminado “los cursos de su concentración.” Esto es muestra fehaciente de que la Gran Comisión no es opcional, sino que es un mandato “sine qua non” para todo el seguidor de Cristo. Jesús no descansó, sino que estuvo en movimiento, caminando por todos lados. Entonces, ¿por qué tantas excusas entre el pueblo de Dios para moverse y cumplir con la Gran Comisión? La única manera de demostrar ser seguidores fieles y discípulos reales de Cristo es siendo partícipes de la Gran Comisión, que se puede llevar a cabo de muchas maneras. En Mateo 9:27-38 Jesús mismo hace la advertencia de que son pocos los que entenderán y llevarán a cabo el mandato: “Jesús recorría todos los pueblos y aldeas, enseñando en las sinagogas de cada lugar. Anunciaba la buena noticia del reino, y curaba toda clase de enfermedades y dolencias. Al ver a la gente, sintió compasión de ellos, porque estaban cansados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. Dijo entonces a sus discípulos:—Ciertamente la cosecha es mucha, pero los trabajadores son pocos. Por eso, pidan ustedes al Dueño de la cosecha que mande trabajadores a recogerla.” Jesús mismo reconoció que encontrar discípulos dispuestos a cumplir la Gran Comisión iba a ser cuesta arriba.

Hay una Gran Comisión de llevar el evangelio que data de 2022 años atrás. Me gustó mucho en la película de Luis Palau como la mamá le dice que él no tenía que esperar que Dios le hablara personalmente a él, sino que ya el Señor había dado la orden en la Escrituras. Eso de que tengo que esperar a que Dios me lo diga personalmente no aplica; YA SE DIO LA ORDEN:  Vayan, pues, a las gentes de todas las naciones, y háganlas mis discípulos; bautícenlas en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo.”

¿Acaso hay una recompensa? Sí, la hay: “Pero no se alegren de que los espíritus los obedezcan, sino de que sus nombres ya están escritos en el cielo.” (Lucas 10:20). Eso lo prometió Jesús a los discípulos.

Mujer de Dios, no esperes más, no te regodees, no des excusas, sal ya a llevar las buenas nuevas de la salvación.

 

 

 

sábado, 18 de junio de 2022

 Tú nos has creado para ti, y no hallamos reposo hasta que descansamos penamente en ti.

Agustin de Hipona

lunes, 25 de abril de 2022

Mansiones en la Tierra

 

Mansiones en la Tierra



Por Gladys M. Santiago-Tosado

“Yo quiero tener una mansión, yo quiero vivir en una mansión.” Estas son las palabras de una mujer que sonaron como una explosión como si en ese mismo instante se hubiese estrellado un meteorito grande en la tierra. La persona que me contó la historia me dijo: “¡Yo me quedé perpleja, estupefacta! Nadie estaba hablando de bienes materiales y de repente ella sale gritando con esa exclamación, justo cuando ella había acabado de estudiar la palabra de Dios.” También me dijo: “Mi perplejidad se debió a dos hechos particulares: esa mujer y su marido viven del seguro social por incapacidad y ella clama ser fiel seguidora de Jesús.” Yo le respondo a la persona, “lo cierto es que sus palabras estaban completamente desalineadas con el Verbo. ¡Cuán dañino es el evangelio de la prosperidad!”

Me dice la persona que esa es una familia que vive del seguro social, tienen alimentos gracias a los cupones, y tienen un techo donde vivir gracias al programa de Sección 8. Yo le digo, “no hay nada malo ser participante de esos programas cuando hay una razón válida para cualificar. La existencia de dichos programas es necesaria para ayudar a los desventajados, por lo cual me siento a gusto cuando pago las contribuciones federales cada año, pues sé que una porción del dinero que gano con el sudor de mi frente es para ayudar a los necesitados.”

Me responde la persona, “el meollo del asunto es la brecha que hay entre la realidad y la fantasía en la mente de esa mujer cristiana. Esa mujer nunca va a vivir en una mansión estando casada con su esposo actual, a menos que se divorcie, o que su esposo se muera, y que entonces ella conozca a un millonario y termine viviendo en la mansión de él. Ella jamás va a poder vivir en una mansión por sus propios ingresos, pues a dicha mujer no le gusta trabajar, y por otro lado, si fuese a trabajar, sus ingresos no serían tan altos como para financiar una mansión con el único sudor de su frente. ¿Por qué ese deseo de vivir en una mansión terrenal? Y esa mujer no ha sido la única que se ha expresado de dicha manera, son muchas, pero muchas.”  Y así la persona siguió hablándome sobre la situación particular de dicha familia y las muchas más que miran lo terrenal y evalúan y juzgan sus propias vidas y la vida de otros de acuerdo con las posesiones económicas, lo que es un valor puramente mundano.

Jesús les dijo a sus discípulos en Mateo 19:23-24: —Les aseguro que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Les repito que es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja, que para un rico entrar en el reino de Dios.” Dice en el verso 25 que los discípulos se asombraron. Esta exclamación de Jesús fue resultado de su encuentro con el joven rico, lo que se relata en ese pasaje bíblico del verso 16 al 22 del mismo capítulo. Ese joven cumplía con todos los mandamientos al pie de la letra. Pero cuando Jesús le dijo que le faltaba una sola cosa y eso era desprenderse de todos sus bienes materiales, el joven se fue triste, porque no estaba dispuesto a cambiar el amor intenso y profundo que tenía al dinero en su corazón. “Una cosa es con violín y otra con guitarra,” como dice el dicho popular.

¿En dónde se pone la mirada, en la mansión terrenal o en la mansión celestial? Jesús fue claro al decir que no puedes amar a Dios y al dinero al mismo tiempo. ¿Qué sentido tiene para una mujer cristiana desear vivir en una mansión aquí en la tierra? ¿Qué sentido tiene desear guiar un Mercedes Benz o un BMW? ¿Qué sentido tiene tener la casa decorada con tanto lujo y decoraciones tipo revista Architectural Digest? ¿Se sienten más valiosas y autorrealizadas las mujeres que tienen esas cosas? ¿Y qué tal cuando se cruzan líneas y se desprecia a las mujeres que no pueden tener esas cosas o que no les interesa tener esas cosas, aunque pudieran tenerlas? ¿Acaso el tener bienes materiales hace a una persona ser más cristiana que otros o estar más cerca de Dios? Si se piensa y se actúa de esa manera, pensando que esos pensamientos y conductas están alineadas a la palabra de Dios, pue eso es ser anatema.

En 1 de Timoteo 6:10 dice, En cambio, los que quieren hacerse ricos caen en la tentación como en una trampa, y se ven asaltados por muchos deseos insensatos y perjudiciales, que hunden a los hombres en la ruina y la condenación. Porque el amor al dinero es raíz de toda clase de males; y hay quienes, por codicia, se han desviado de la fe y se han causado terribles sufrimientos.” ¿Cuántas relaciones quedan tronchadas por valorar a las personas por lo que se tiene y no por lo que son en Cristo Jesús?

El comentario de esa mujer de que ella quería vivir en una mansión viene de una mujer que está todavía en el mundo, como se dice de las personas que no han dado el paso completo de entregarse en espíritu y verdad a Dios y dejar de poner la mirada en los bienes materiales, en este caso, como Jesús le pidió al joven rico. Esa mujer entendía que ella era cristiana, pues oraba y cantaba, y hablaba de Jesús, pero realmente no había nacido de nuevo. Nacer de nuevo es dejar de amar las cosas del mundo y sus valores y enfocar la mirada en Dios y su reino. En Colosenses 3:1-4 dice que la meta del cristiano es buscar las cosas del cielo: Por lo tanto, ya que ustedes han sido resucitados con Cristo, busquen las cosas del cielo, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios. Piensen en las cosas del cielo, no en las de la tierra. Pues ustedes murieron, y Dios les tiene reservado el vivir con Cristo. Cristo mismo es la vida de ustedes. Cuando él aparezca, ustedes también aparecerán con él llenos de gloria.”

En mi conversación con la persona, ella me dice: “Ese día yo vi una mujer con un rostro triste y frustrado. Esa mujer no sabía, no entendía que ella no necesitaba vivir en una mansión terrenal para ser feliz. Muchas veces le hablamos del asunto, pero todavía sigue enfocada en las cosas del mundo.” Yo le dije, “cuando ponemos demasiada atención al valor del dinero, nuestra autoestima se afecta, pensamos que no valemos nada al no vivir en la mansión, al no guiar el Audi o el Maserati, al no vestir de boutique, al no usar prendas de oro, al no tener nuestras casas decoradas según la moda, y así sucesivamente.”

Muchas mujeres y hombres se endeudan para tener un estilo de vida material de acuerdo con los valores del mundo y después dicen que Dios los bendijo, ¡mentiras del enemigo! Se comportan como el rico insensato (Lucas 12:13-21). Dice la palabra en ese pasaje, “Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee” (verso 15). No hay problema si posees bienes, el problema es poner tu mirada en esos bienes, despreciando al que no los tiene y creyéndote que eres superior a los demás. El problema es valorar tu autoestima según los bienes que posees, ya sean muchos o pocos. El que tiene mucho, se cree superior; el que tiene poco, se cree inferior, ambos se pierden en el mundo. Nuestra autoestima es completa e íntegra porque somos hijos de Dios y Dios nos ama. El amor de Dios es la fortaleza de nuestra valía personal. Somos ricos cuando tenemos la presencia de Dios en nuestra vida y cuando bajo la unción del Espíritu Santo podemos caminar en rectitud, decencia, y servicio. Somos espiritualmente ricos cuando damos la mano al prójimo cuando tiene necesidad.

En Lucas 22:20-21 dice, “Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios.” El rico insensato construyó unos graneros bien grandes para almacenar los tantos frutos y bienes que tenía. La palabra de Dios en ese pasaje nos dice que cuando morimos no nos vamos a llevar nada con nosotros. Dios nos advierte que para entrar en su mansión celestial hay un requisito “sine qua non,” y este es generar riqueza espiritual en nuestra vida terrenal. Jesús lo aclaró muchas veces. Entonces, ¿por qué tanta insensatez? Insensatez es falta de sentido y de razón. Lamentablemente, como mujeres idóneas del Reino, le fallamos a Dios cuando de forma insensata ponemos nuestra mirada en los bienes materiales y no construimos riquezas con nuestro Dios. La mujer idónea de nuestros tiempos es una mujer que pone su mirada en Dios, siendo discípula ejemplar de Jesús.

domingo, 20 de febrero de 2022

Cuando te Odian desde Antes de Conocerte

Por Dr. Gladys M. Santiago-Tosado

Nunca me olvido de los siete años que viví y sobreviví bajo ataques de odio. Fui entrevistada para una posición por un grupo de personas y luego tuve una entrevista individual con el jefe de la unidad. Me escogieron para la posición. Estaba contenta porque estaría trabajando en algo que me gustaba, pero poco sabía yo de lo que me esperaba en ese lugar. Fueron años lidiando no sólo con odio, sino con celos, envidias, intrigas, rumores, chismes, confabulaciones, y toda clase de estratagemas de antipatía, cuyo propósito era demostrar el desprecio que me tenían. Un desprecio que empezó desde antes de conocerme. Antes de conocerme, antes de yo llegar a trabajar a ese lugar, ya me odiaban.

El Diccionario Bíblico Ilustrado Holman define odio como una “fuerte reacción; lo que se siente hacia alguien que se considera enemigo y que posiblemente indique hostilidad impredecible.” Dice, además, que “el odio es una característica de la vieja naturaleza y de la vida de pecado (Gálatas 5:19-21; Tito 3:3; 1 Juan 2:9, 11) (Holman, p. 1141).” O sea, que el odio hacia otras personas es parte de las relaciones humanas y surge de emociones como “conflictos, celos, y envidia,” como por ejemplo (Holman, p. 1141). Yo no había tenido ningún conflicto con nadie en ese nuevo trabajo, pues nadie me conocía ni yo a ellos.

El jefe había dispuesto que en mi primera semana de trabajo yo me reuniera de manera individual con cada uno de mis colegas para conocernos. Una de esas personas era un señor mayor que llevaba en dicha oficina más o menos de 25 a 30 años. Me tocó reunirme con ese señor en mi primer día de trabajo. Ese día que nos reunimos, mi espíritu se sobresaltó por la frialdad, desprecio, y arrogancia con que hablaba conmigo. Para hacer un cuento largo corto, el hombre me dijo: “yo no sé si tú estás cualificada para hacer este trabajo, nadie me ha consultado para yo determinar si puedes ejercer esta posición.” El comentario me tomó por sorpresa, evidentemente. Yo había ido a una entrevista grupal, luego a otra individual, y no entendía su reclamo. Yo le dije, “yo tengo mi resume conmigo, ¿lo desea ver?” A lo que el hombre contestó, “claro.” Yo le entrego mi resume y veo como su rostro mostraba sorpresa y desdeño a la vez. Yo tenía vasta experiencia para ejercer ese nuevo trabajo, realmente yo estaba cambiando de lugar de empleo, pero el trabajo era básicamente lo mismo que yo había estado haciendo en dos posiciones anteriores que sumaban más o menos a ocho años de experiencia. Viendo que no tenía base para determinar que yo no estaba cualificada para la posición, basado en mi educación y experiencia, entonces, el hombre procede a hablar sobre los derechos civiles de las minorías. Ahí le di otro “strike,” pues yo también tenía conocimiento y experiencia en el asunto de los derechos civiles y humanos. Cuando el hombre vio que no tenía bases para determinar que una puertorriqueña blanca educada era ignorante de dichos temas, se cansó de hablar y me dijo que no tenía más tiempo para hablar conmigo. Yo le dije muy cordialmente, “gracias por su tiempo.” Cuando salí de dicha oficina, sentí en mi corazón que el odio que ese hombre tenía en su corazón hacia mí no fue provocado por mí, pues él no me conocía. O sea, él no podía decir que me conocía de otro lugar y que me odiaba por algún conflicto que hubiese pasado entre nosotros antes de yo llegar a ese lugar. Yo tuve el entendimiento de que ese odio hacia mí era producto de sus prejuicios, complejos, celos, envidia, experiencias de vida, y/o, simplemente, pura maldad, o una combinación de todo lo anterior. Durante esos años de trabajo, ese hombre me odió. Cada vez que pasaba por el lado mío, nunca me saludaba. En varias ocasiones se acercó a mi para cuestionarme porque yo estaba en cierto lugar haciendo cierto trabajo en específico, a lo cual yo le respondía, “mi jefe me pidió que viniera aquí a hacer este trabajo y yo le respondo a mi jefe.” Un día me enteré de que ese hombre no se quería retirar de ese programa hasta ver que yo dejara de trabajar en ese lugar. Durante esos años, ese hombre fue parte de un grupo de personas que buscaban provocar que me despidieran de mi trabajo por cualquier excusa. Por eso él no se quería retirar, quería ver que me votaran, no necesariamente de que yo dejara de trabajar allí por mi propia cuenta.

Ese hombre no fue el único que me odió. Al tiempo yo descubrí que el cuestionamiento que ese hombre me hizo el primer día de trabajo lo tenían otros colegas también, y él simplemente había sido el portavoz principal. De hecho, ese hombre fue el único honesto al desplegar su odio abiertamente, los otros fueron hipócritas, pues hablaban y hacían las cosas a espalda de uno. Una de las cosas que les molestaba a mis colegas era que yo estaba estudiando el doctorado. No importaba si yo hacía un buen trabajo, nunca estaban satisfechos con mi ejecución, siempre encontraban la forma de distorsionar la realidad para pintar una película de horror y terror conmigo. El odio y el desprecio que me tenían desde antes de conocerme, lo tenían que seguir justificando a través del tiempo con medias verdades y mentiras porque ellos tenían que comprobar que yo no estaba apta para ejercer la posición. Fueron años de lidiar con un odio, celos, y envidia irracional.

Yo veía que cada una de esas personas que pasaban juicio severo sobre mí, todas tenían techos de cristal. Al tiempo me entero de que dicho hombre tenía muchos esqueletos en su closet. Uno de ellos era que se había casado con una de sus clientes. El romance comenzó en la oficina donde había una relación cliente-proveedor, rompiendo la ética profesional. Todos sus colegas lo sabían y nunca lo reportaron. Ya ese hombre llevaba años casado con dicha cliente cuando yo llegué a trabajar a ese lugar. Esos otros colegas también estaban involucrados en otros asuntos. Uno de ellos hacía trabajos de otro lugar en sus horas de oficina. Otro colega se desaparecía por horas de su oficina, haciendo cosas personales. Otro colega le rentaba cuartos en su casa a clientes del programa. Yo me enteré de estas cosas como al sexto año de estar trabajando en ese lugar. Había otras colegas, una ministra protestante y una laica católica, que se vanagloriaba de ir a la misa todos los domingos, involucradas en la misma dinámica de toxicidad. Había una mujer que me acusaba constantemente, ella actuaba exactamente como se describe en Proverbios 6:12, “El hombre depravado, el hombre inicuo, anda en la perversidad de boca.” Yo veía como se regocijaban en sus conductas de odio, sin remordimiento alguno. Yo experimenté lo que era ser el patito feo en ese lugar de trabajo.

Mi estrategia para sobrevivir tantos años de odio y desprecio fue hacer bien mi trabajo, ser una ermitaña, y orar a Dios todos los días. Cometí muchos errores en ese proceso, pues no tenía la madurez espiritual para luchar precisamente en lo espiritual. Muchas veces me defendí del “bullying” en la carne, no con el espíritu. Y por eso, muchas de mis respuestas a ese ambiente de hostilidad hasta complicaron el proceso para mí misma. Como dice en Efesios 6:12, “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.”

Aunque me defendía, nunca los odié. Yo perdoné. ¡Esa fue mi victoria! Y esa es la victoria que Cristo Jesús tuvo en la cruz. Dice en el Salmo 22:7-8, “todos los que me ven, de mi se burlan; hacen muecas con los labios, menean la cabeza, diciendo: Que se encomiende al Señor; que Él lo libre, que Él lo rescate, puesto que en Él se deleita.” Esa profecía se cumplió en Jesús y se cumple en todos los que siguen sus pasos. Pero hay una gran diferencia, en Cristo Jesús tenemos victoria porque tenemos el poder para perdonar y mantener nuestro corazón limpio de odio hacia quienes nos odian.

Siempre le digo a mis hijos, “el enemigo llega a la puerta de tu casa, toca, y espera que tú lo recibas con brazos abiertos y algarabía. Así de atrevido es.” En el Viejo Testamento, vemos una gran cantidad de salmos (casi todos) que tienen que ver con la petición de protección divina contra las huestes del mal. El salmo 23 nos recuerda que, “aunque pase por el valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estás conmigo.” El mal existe y te lo vas a encontrar donde quiera que vayas. La palabra de Dios dice que contamos con su protección y nos da la promesa de que seremos redimidos. Cuando perdonamos a los que nos odian, esa es nuestra redención. Cuando nos mantenemos firmes cumpliendo los mandamientos de Dios, a pesar del odio que recibimos de otros, esa es nuestra redención mayor. Le digo a mis hijos, no dejen que la maldad del mundo les cambie su corazón ni su vida de amor a Dios y al prójimo. No sean como ellos, no se conviertan en uno de ellos, sino sean como Cristo Jesús nos enseñó, así el enemigo nunca te robará la felicidad. Ninguna de esas personas me robó mi relación con Dios ni mi felicidad personal. Ellos nunca me quisieron aceptar, pero Yahweh siempre me aceptó, me amó, y me protegió. Esas personas fueron agentes del enemigo, pero yo fui y permanecí siendo hija de Dios. ¿A qué bando quieres pertenecer, al bando del odio o del amor?

domingo, 23 de enero de 2022

El Murciélago en el Tupperware

Por Gladys M. Santiago-Tosado

Cuando en la Biblia dice que el enemigo viene a robar y destruir (Juan 10:10); así es, es una verdad absoluta, no se trata de un cliché. Muchos que pudieran estar leyendo esto lo han experimentado de primera mano; otros posiblemente han sido testigos de esto.

Eran las 5:00 a.m. del domingo 8 de agosto de 2021. Estoy disfrutando del sueño más profundo cuando a lo lejos escucho a alguien gritando: “mamá, mamá”. Me levanto aturdida, cayendo en cuenta que era mi hijo menor quien me llamaba con angustia y horror en su voz. Salgo corriendo, y cuando abro la puerta del cuarto, veo lo que parecía un ave color marrón volando encima de él. Mi hijo se estaba cubriendo con su sábana y gritaba: “¡sácamelo de encima!” Cuando miro atentamente, me doy cuenta de que era un murciélago. Mi hijo salió corriendo y yo cerré la puerta impulsivamente para que el animal no fuese a volar dentro de la casa. Mi mente no podía parar de pensar, y mis nervios estaban alterados. Mi hijo me dice que él creía que el murciélago lo había picado porque lo había sentido en su pie. El alma se me fue al piso, pues los murciélagos pudieran tener la enfermedad mortal de la rabia. Inmediatamente yo digo, “¡hay que cazarlo!” ¡Ahí fue que se pusieron los huevos a peseta!

En la clase de primeros auxilios te enseñan que la única manera de saber si un murciélago tiene rabia es operando su cerebro. Mi esposo no estaba con nosotros, pues él estaba en Puerto Rico atendiendo a su mamá que estaba enferma. O sea, me tocaba a mí cazar el murciélago. Abro la puerta del cuarto con cuidado para ver donde estaba el murciélago, y lo veo detenido arriba del dintel de la puerta. Le digo a mis hijos, pues el mayor se había levantado al escuchar la conmoción, “búscame el matador de moscas.”

Con cuidado volví a abrir la puerta, el murciélago todavía está ahí y con toda mi fuerza le di, esperando noquearlo para poder cazarlo. Cierro la puerta, y cuando la abro de nuevo, veo que el murciélago está en el piso, sin moverse. Le digo a los nenes, “¡tráeme un envase con tapa!” Me acerco lentamente, esperando que el murciélago no saliera volando, y logro poner el envase encima de él. Poco a poco inserté un cartón por debajo del envase, para mover al murciélago que estaba pegado al piso, y finalmente logro que el murciélago se mueva. Levanto con cuidado el envase, remuevo el cartón, a la misma vez que inserto la tapa.

Lo próximo fue ir inmediatamente al hospital. Ciertamente, me llevé el murciélago conmigo. Estamos en emergencias médicas y las enfermeras me miraban con curiosidad, pues era raro ver a una mamá con un murciélago en un envase en el hospital. Pasan a mi hijo al cuarto de observación, llega el doctor, le contamos la historia, y el médico también hace comentarios sobre el murciélago en el Tupperware (así fue como el médico llamó el envase). El médico fue sumamente jocoso al hacer sus observaciones del acto heroico de cazar al animal y llevarlo también al hospital. Sin embargo, en el hospital me dijeron que de la Oficina de Control de Animales me llamarían para ir a la casa a recoger el murciélago, ya que ellos se encargarían de hacer la operación para detectar rabia. Así mismo fue, cuando nosotros habíamos regresado del hospital, eran como las 7:00 a.m., llegó un señor de control de animales y se llevó el animal. El señor me dijo que como era domingo había que esperar al lunes para realizar la prueba, me proveyó su tarjeta, y me dijo que me contactaría al otro día.

Ese domingo 8 de agosto, mi hijo menor tenía un compromiso en la iglesia con la directora del coro. Ellos habían concertado una cita después del servicio para evaluar su ejecución en los tambores para tocar unas canciones en la iglesia. A mi hijo le pusieron la vacuna contra la rabia, ya que aparentemente el murciélago lo había picado. Todavía no sabíamos si el animal tenía rabia o no, pero era más seguro poner la vacuna de inmediato que esperar, ya que había un período de 48 horas para vacunar. La vacuna se la pusieron en el pie y le dolió inmensamente. Mi hijo tenía dificultad para caminar cuando salimos del hospital. Estábamos montados en el carro, todavía en el estacionamiento del hospital, cuando mi hijo me dice: “¡No importa si tengo que usar las muletas de papá, yo tengo un compromiso, y no puedo fallar! ¡Yo no voy a dejar que el enemigo se salga con la suya! ¡Yo voy a la iglesia comoquiera!”

¡Mi corazón se derritió! Escuchar a mi hijo con esa seguridad y determinación de que él tenía que llegar a su compromiso con Dios, eso me llenó de mucho orgullo y alegría y se lo dije. Sin embargo, como madre responsable también tenía que evaluar la realidad de su impacto con el murciélago para determinar si realmente podía ir a la iglesia o no. Yo le dije que todavía había tiempo para decidir, que llegáramos a la casa, que se tomara una pastilla para el dolor, y dependiendo de cómo estaba el pie y su dolor, entonces, tomaríamos una decisión. Por supuesto, estuvimos orando por la situación. La pastilla para el dolor hizo su trabajo, el dolor se disminuyó (aunque no se fue), el pie no se le hinchó, no tuvo que usar las muletas, y pudimos llegar a la iglesia. Después del servicio, mi hijo, aún con un poco de dolor, tocó las canciones asignadas y pasó la prueba. Cuando regresamos a la casa, se acostó a dormir, por lo extenuado que estaba de la experiencia. De hecho, por varios días mi hijo no durmió en su cuarto y yo lo acompañé a dormir en la sala, él en un colchón en el piso y yo en el sofá. Ciertamente, los dos estuvimos aterrados por la experiencia por varios días.

Mi hijo no solamente pasó la prueba de su habilidad musical, sino que pasó la prueba de cumplir su compromiso con Dios. Participar en el coro de alabanza es un compromiso ministerial con el Señor. Mi hijo entendió que había sido atacado por el enemigo para fallar a su compromiso, pero él cumplió con su compromiso, aunque todavía le dolía el pie y estaba cansado por la experiencia dramática que tuvo con el murciélago. La palabra de Dios no es un cliché, son muchas las ocasiones en que el enemigo pondrá piedras de obstáculos para evitar que cumplamos con los ministerios con que nos hemos comprometido. Está de nosotros discernir la voluntad de Dios y demostrar nuestro cumplimiento con la responsabilidad adquirida.

El lunes 9 de agosto, el Señor de control de animales me llamó, pero como yo no cogí la llamada, él vino a la casa. El murciélago había dado positivo a la rabia. Yo sentí un baño de agua fría y hasta me dieron náuseas y mareo. La sola idea de que mi hijo se hubiese contagiado con rabia me hizo sentir sumamente mal. Ciertamente, el enemigo había tratado de afectar a mi hijo. Yo estaba confiada en que Yahweh Rapha tenía la salud y la vida de mi hijo en sus manos. Por otro lado, yo sabía que ya mi hijo se estaba dando el tratamiento necesario para prevenir el desarrollo de esa enfermedad mortal. A la misma vez, hubo una prueba de fe y compromiso por parte de Dios. Dice en Josué 1:6, “se fuerte y valiente,” en todo momento, cuando se presenten las dificultades, hay que esforzarse y ser valientes, como mi hijo pudo experimentar ese día. Aún cuando estemos pasando “por valles de sombra de muerte,” tenemos la confianza de que Yahweh está con nosotros y su vara y su callado nos infundirán aliento.

Mi hijo lleva años observando la responsabilidad de participar en un ministerio. Los padres cristianos predican modelando con sus acciones lo que es responsabilidad y compromiso. Mi hijo ha visto eso en sus padres. Fue un aliciente su nivel de entendimiento con los compromisos adquiridos.  

Ese mismo lunes, 9 de agosto, me llamarón del departamento de la salud. Me pidieron que también me pusiera la vacuna ya que yo había tenido contacto directo con el murciélago. Fui inmediatamente a emergencias médicas. Cuando entra el doctor, me dice, “¡oh, la mamá que trajo el murciélago en el Tupperware! ¡Que gusto en conocerla!” Por supuesto, no pude evitar reírme histéricamente. El doctor me dijo que desde el domingo todos en el hospital hablaban del murciélago en el Tupperware. Me pusieron la vacuna a mí también, por la cual pagué $450 dólares en deducibles. No importa el dinero, lo que importó fue la que la vida de mi hijo y la mía no fue robada por el enemigo. Más aún, mi hijo tuvo la oportunidad de mostrar madurez espiritual cuando entregó la situación en las manos de Dios, orando, recibiendo la respuesta de Dios, y cumpliendo con su compromiso.

¿Qué hace una mujer cuando su esposo no está físicamente presente? Una mujer idónea toma las riendas del asunto ella misma, ya sea resolviendo el asunto personalmente o buscando a alguien que le ayude. En ese encuentro con el murciélago, yo clamé, “¡Jesús ayúdame!” Yo sentí la respuesta y actué. Digamos que no hubiese podido cazar el murciélago por el mal de nervios o lo que fuese, pudo haber pasado, pero hubiese buscado ayuda y hubiese actuado comoquiera. Ese día yo caminé en la palabra, “Está atenta a todo lo que ocurre en su hogar, y no sufre las consecuencias de la pereza” (Proverbios 31:27). Dios nos creó para ser útiles y hacendosas.

 

 

 

 

sábado, 22 de enero de 2022

Practical applyng Bible

[Theology that is] 'practical, applying Bible teaching with insight and wisdom to the condition of plain people. Christian beginners will get the benefit and the Lord’s older sheep, grown tough and stringy maybe, will find themselves edified and perhaps tenderised too'. 
J.I. PACKER

domingo, 9 de enero de 2022

Jesús Honra a la Mujer (Parte I)

 

Jesús Honra a la Mujer (Parte I)

Si proclamamos que Jesús vino a romper cadenas, pues ya es hora de romper con el desprecio, la opresión, y la relegación de la mujer dentro de la Iglesia de Cristo porque Dios no hace acepción de personas por su naturaleza femenina o masculina.

Jesús vino a romper con dogmas establecidos que hacían acepción de personas, como lo fue el caso de la relación entre judíos y samaritanos. El mandamiento de amar al prójimo no era amarse entre los judíos nada más, sino amar al prójimo ya fuese hombre o mujer y de cualquier etnia. Siempre me ha fascinado leer el pasaje bíblico sobre la interacción entre Jesús y la mujer samaritana. A mi entender, esta es una de las enseñanzas bíblicas más contundentes sobre la inclusión de mujeres y extranjeros en la fe judeocristiana. En ese pasaje, vemos a Jesús incluyendo a la mujer y a la extranjera en su Reino como portadora de las buenas nuevas de salvación.

Dice en Juan 4, que a Jesús le fue necesario pasar por Samaria para ir a Galilea. Iba caminando por la ciudad de Sicar y se sentó en el pozo de Jacob, quien lo había dado en heredad a su hijo José. Dice que Jesús estaba extenuado y sediento de tanto caminar. Mientras sus discípulos iban a comprar algo de comer, Jesús se quedó sentado en el pozo. Llegó una mujer samaritana a sacar agua del pozo y ahí tuvo su encuentro con Jesús. De hecho, cuando los discípulos regresaron y vieron que Jesús hablaba con una mujer, dice en el pasaje bíblico que ellos “se maravillaron de que hablaba con una mujer (Juan 4:27).” Uno se maravilla cuando ve algo que no es común, pues tampoco era común que los hombres estuvieran hablando con mujeres desconocidas. En ese pasaje vemos a Jesús rompiendo dogmas con una mujer, fuera del pueblo de Israel, de una raza que era despreciada por los judíos, la cual fue instrumento para llevar las buenas nuevas de que el Mesías había llegado. Jesús no tuvo acepción de género ni de raza, ni dijo, “no voy a hablar con esa mujer samaritana, adúltera, es pecadora, ella no es digna de que le hable, pues yo soy el Hijo de Dios y no me puedo bajar a su nivel.” Al contrario, Jesús le otorgó atención y dignidad, a lo cual la misma mujer se sorprendió cuando le dijo, “¿Cómo tu siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí.” (Juan 4:9). Jesús no escatimó en darle de beber a la mujer samaritana el agua que da vida, por la cual ella jamás tendría más sed, y que le garantizaría la vida eterna (verso 14). Jesús tampoco se opuso a que ella fuera a llevar las buenas nuevas a su pueblo. Ustedes se imaginan a Jesús diciéndole a la samaritana, “te doy el agua de vida, pero lamentablemente no puedes llevar las buenas nuevas a tu pueblo porque eres mujer, y eres débil, pecadora, sin inteligencia, no puedes predicar, ni mucho menos a los hombres.” Al contrario, Jesús le otorgó dignidad a la mujer samaritana al darle de beber el agua de vida para su salvación y permitirle compartir las buenas nuevas con su pueblo. Jesús le dio la palabra de que había llegado el momento de adorar a Dios en espíritu y verdad. Y esto no iba a seguir ocurriendo en un lugar físico, o sea ni en Jerusalén para los judíos ni en Gerizim para los samaritanos. Ya no iban a ver divisiones entre judíos ni samaritanos ni entre todas las naciones. Ya no iban a ver divisiones entre hombres ni mujeres como trabajadores del Reino.

Jesús le declaró a la mujer samaritana que Él era el Mesías esperado, del cual ella había oído hablar. Jesús les dijo a sus discípulos, cuando estos le ofrecían comida: “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra. (Juan 4:34)” Y eso incluía romper doctrinas humanas para poder llevar el evangelio a todas las naciones y que tanto mujeres como hombres fueran portavoces de él.

La samaritana fue a su pueblo con prisa, no lo pensó dos veces, y les dijo a los hombres y mujeres de su pueblo que había conocido al Cristo, al Mesías. Dice en Juan 4:39, “y muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en El [Jesús] por la palabra de la mujer, que daba testimonio diciendo: Me dijo todo lo que he hecho.” Los samaritanos conocían a la mujer, conocían su historia. Ellos sabían de su mala reputación. Ahora, algo hermoso tuvieron que haber visto en ella, algo que les pareció digno de creer en ella. Alguna transformación vio el pueblo en ella para tomarle la palabra por buena y cierta, como para salir corriendo al encuentro con Jesús. Esa transformación fue el gancho para que ellos decidieran ir a conocer al Mesías cara a cara. Dice en Juan 4:39 que “muchos samaritanos de aquella ciudad creyeron en El [Jesús] por la palabra de la mujer [samaritana], que daba testimonio diciendo: Me dijo todo lo que he hecho.” Luego en los versículos 40–42 dice, que “creyeron muchos más por la palabra de Él, y decían a la mujer: Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente este es el Salvador del mundo, el Cristo.” ¿Acaso no es así como muchos llegamos a Cristo, porque escuchamos una prédica de una mujer samaritana, esa palabra la creemos, luego nos convertimos, aceptamos a Jesús como nuestro Salvador, y a base de las experiencias personales que tenemos con Jesús, no solamente creemos por la palabra que la mujer samaritana nos dio sino también a base de nuestra relación personal con Jesús y lo que directamente Él nos habla a nosotros?

La palabra de Dios dice en Génesis 1:27: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y hembra los creó.” Dios nos creó a ambos con las mismas características, habilidades, e inteligencia, incluyendo la más esencial, que somos creados a imagen y semejanza de Dios. Luego más adelante, en el mismo libro de Génesis, Dios nos revela más detalles de la creación del hombre y la mujer. En Génesis 2:18, nos dice: “Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él.”

Para reiterar la palabra de Dios, dice en Génesis que Dios dijo que “no es bueno que el hombre esté solo,” y por eso creó a la mujer, para que ella fuera su “ayuda idónea.” Dios creó al hombre y la mujer para que estuvieran juntos y fueran el uno para el otro, como decimos en lenguaje coloquial. ¿Por qué Dios dijo “ayuda idónea?” Dios no dijo, por ejemplo, que creó la mujer para ser esclava, sierva, ayuda inferior, o ayuda inapropiada para el hombre. Dios dijo que creó a la mujer para ser “ayuda idónea.” ¿Qué es una ayuda idónea? Y me quiero fijar en el término idónea. Cuando busco la definición en el diccionario, idóneo significa “apto, apropiado, adecuado, conveniente, y oportuno.” Cuando busco sinónimos de la palabra idónea para tener mayor entendimiento de su significado, encuentro los siguientes términos, “ideal, competente, dispuesto, suficiente.” Cuando busco el antónimo de la palabra idónea para tener otra referencia de su significado y ampliar mi entendimiento de la palabra “idónea,” encuentro los siguientes antónimos, “ineptitud, incapacidad, incompetencia.” O sea, Dios nos dice en su palabra que creó a la mujer a su imagen y semejanza para que fuera ayuda ideal, competente, dispuesta, suficiente, apta, y capaz para señorear la Tierra mano a mano con el hombre. Dice en Génesis 1:28, “Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.” Dios habla en forma plural pues se refería al hombre y la mujer y los bendijo a ambos por igual. Dios reconoció a ambos como creación a imagen y semejanza a Él y con las mismas capacidades. El mismo hombre la reconoció igual a él, llamándola Varona, porque salió del Varón.

Cuando proclamamos que la creación de Dios es perfecta, entonces, no cabe en nuestra mente pensar que Dios hizo la mujer como un ser imperfecto e inferior, sin la misma capacidad del hombre. Decir esto es blasfemar ante la palabra de Dios que claramente nos dice en Génesis que Dios hizo al hombre y la mujer a su imagen y semejanza, y uno de los atributos que Dios les dio al hombre y la mujer fue el de ser capaces: ambos fueron hechos capaces para cuidar la creación de Dios. En Génesis 1:31 dice que “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera.” Dios reflexionó sobre todo lo que había creado en 6 días, que incluía la creación del hombre y la mujer. Dios se regocijó con la creación del hombre y la mujer y lo identificó “bueno en gran manera.” Dios depositó su confianza tanto en el hombre como en la mujer para cuidar de su creación porque a ambos los creó con la capacidad para llevar a cabo dicha misión. En mi capacidad minúscula como ser humano en comparación con mi Creador, Yahweh, no me cabe pensar que Dios me va a confiar el cuidado de su creación si no me da la capacidad para hacerlo. Y quiero aclarar que digo capacidad minúscula como ser humano, no como mujer, porque estoy comparando mi capacidad de ser humano con la de Dios. En fin, la creación de la mujer fue “buena en gran manera.”

Dr. Gladys M. Santiago Tosado

Si trato de orar por personas

Si trato de orar por personas o circunstancias sin tener la Palabra frente a mi para que guíe mis oraciones, suceden varias cosas negativas. Lo primero es que tiendo a ser repetitivo. solo oro por las mismas cosas todo el tiempo. Otro aspecto negativo es que mi mente tiende a divagar.

John Piper