Por Gladys M. Santiago-Tosado
Cuando en la Biblia dice que el enemigo viene a robar
y destruir (Juan 10:10); así es, es una verdad absoluta, no se trata de un
cliché. Muchos que pudieran estar leyendo esto lo han experimentado de primera
mano; otros posiblemente han sido testigos de esto.
Eran las 5:00 a.m. del domingo 8 de agosto de 2021.
Estoy disfrutando del sueño más profundo cuando a lo lejos escucho a alguien
gritando: “mamá, mamá”. Me levanto aturdida, cayendo en cuenta que era mi hijo
menor quien me llamaba con angustia y horror en su voz. Salgo corriendo, y
cuando abro la puerta del cuarto, veo lo que parecía un ave color marrón
volando encima de él. Mi hijo se estaba cubriendo con su sábana y gritaba: “¡sácamelo
de encima!” Cuando miro atentamente, me doy cuenta de que era un murciélago. Mi
hijo salió corriendo y yo cerré la puerta impulsivamente para que el animal no
fuese a volar dentro de la casa. Mi mente no podía parar de pensar, y mis
nervios estaban alterados. Mi hijo me dice que él creía que el murciélago lo
había picado porque lo había sentido en su pie. El alma se me fue al piso, pues
los murciélagos pudieran tener la enfermedad mortal de la rabia. Inmediatamente
yo digo, “¡hay que cazarlo!” ¡Ahí fue que se pusieron los huevos a peseta!
En la clase de primeros auxilios te enseñan que la
única manera de saber si un murciélago tiene rabia es operando su cerebro. Mi
esposo no estaba con nosotros, pues él estaba en Puerto Rico atendiendo a su
mamá que estaba enferma. O sea, me tocaba a mí cazar el murciélago. Abro la
puerta del cuarto con cuidado para ver donde estaba el murciélago, y lo veo
detenido arriba del dintel de la puerta. Le digo a mis hijos, pues el mayor se
había levantado al escuchar la conmoción, “búscame el matador de moscas.”
Con cuidado volví a abrir la puerta, el murciélago
todavía está ahí y con toda mi fuerza le di, esperando noquearlo para poder
cazarlo. Cierro la puerta, y cuando la abro de nuevo, veo que el murciélago está
en el piso, sin moverse. Le digo a los nenes, “¡tráeme un envase con tapa!” Me
acerco lentamente, esperando que el murciélago no saliera volando, y logro
poner el envase encima de él. Poco a poco inserté un cartón por debajo del
envase, para mover al murciélago que estaba pegado al piso, y finalmente logro
que el murciélago se mueva. Levanto con cuidado el envase, remuevo el cartón, a
la misma vez que inserto la tapa.
Lo próximo fue ir inmediatamente al hospital.
Ciertamente, me llevé el murciélago conmigo. Estamos en emergencias médicas y
las enfermeras me miraban con curiosidad, pues era raro ver a una mamá con un
murciélago en un envase en el hospital. Pasan a mi hijo al cuarto de
observación, llega el doctor, le contamos la historia, y el médico también hace
comentarios sobre el murciélago en el Tupperware (así fue como el médico llamó el
envase). El médico fue sumamente jocoso al hacer sus observaciones del acto
heroico de cazar al animal y llevarlo también al hospital. Sin embargo, en el
hospital me dijeron que de la Oficina de Control de Animales me llamarían para
ir a la casa a recoger el murciélago, ya que ellos se encargarían de hacer la
operación para detectar rabia. Así mismo fue, cuando nosotros habíamos
regresado del hospital, eran como las 7:00 a.m., llegó un señor de control de
animales y se llevó el animal. El señor me dijo que como era domingo había que
esperar al lunes para realizar la prueba, me proveyó su tarjeta, y me dijo que
me contactaría al otro día.
Ese domingo 8 de agosto, mi hijo menor tenía un
compromiso en la iglesia con la directora del coro. Ellos habían concertado una
cita después del servicio para evaluar su ejecución en los tambores para tocar
unas canciones en la iglesia. A mi hijo le pusieron la vacuna contra la rabia,
ya que aparentemente el murciélago lo había picado. Todavía no sabíamos si el
animal tenía rabia o no, pero era más seguro poner la vacuna de inmediato que
esperar, ya que había un período de 48 horas para vacunar. La vacuna se la
pusieron en el pie y le dolió inmensamente. Mi hijo tenía dificultad para
caminar cuando salimos del hospital. Estábamos montados en el carro, todavía en
el estacionamiento del hospital, cuando mi hijo me dice: “¡No importa si tengo
que usar las muletas de papá, yo tengo un compromiso, y no puedo fallar! ¡Yo no
voy a dejar que el enemigo se salga con la suya! ¡Yo voy a la iglesia
comoquiera!”
¡Mi corazón se derritió! Escuchar a mi hijo con esa
seguridad y determinación de que él tenía que llegar a su compromiso con Dios,
eso me llenó de mucho orgullo y alegría y se lo dije. Sin embargo, como madre responsable
también tenía que evaluar la realidad de su impacto con el murciélago para
determinar si realmente podía ir a la iglesia o no. Yo le dije que todavía
había tiempo para decidir, que llegáramos a la casa, que se tomara una pastilla
para el dolor, y dependiendo de cómo estaba el pie y su dolor, entonces,
tomaríamos una decisión. Por supuesto, estuvimos orando por la situación. La
pastilla para el dolor hizo su trabajo, el dolor se disminuyó (aunque no se
fue), el pie no se le hinchó, no tuvo que usar las muletas, y pudimos llegar a
la iglesia. Después del servicio, mi hijo, aún con un poco de dolor, tocó las
canciones asignadas y pasó la prueba. Cuando regresamos a la casa, se acostó a
dormir, por lo extenuado que estaba de la experiencia. De hecho, por varios
días mi hijo no durmió en su cuarto y yo lo acompañé a dormir en la sala, él en
un colchón en el piso y yo en el sofá. Ciertamente, los dos estuvimos
aterrados por la experiencia por varios días.
Mi hijo no solamente pasó la prueba de su habilidad
musical, sino que pasó la prueba de cumplir su compromiso con Dios. Participar
en el coro de alabanza es un compromiso ministerial con el Señor. Mi hijo
entendió que había sido atacado por el enemigo para fallar a su compromiso,
pero él cumplió con su compromiso, aunque todavía le dolía el pie y estaba
cansado por la experiencia dramática que tuvo con el murciélago. La palabra de
Dios no es un cliché, son muchas las ocasiones en que el enemigo pondrá piedras
de obstáculos para evitar que cumplamos con los ministerios con que nos hemos
comprometido. Está de nosotros discernir la voluntad de Dios y demostrar
nuestro cumplimiento con la responsabilidad adquirida.
El lunes 9 de agosto, el Señor de control de animales
me llamó, pero como yo no cogí la llamada, él vino a la casa. El murciélago
había dado positivo a la rabia. Yo sentí un baño de agua fría y hasta me dieron
náuseas y mareo. La sola idea de que mi hijo se hubiese contagiado con rabia me
hizo sentir sumamente mal. Ciertamente, el enemigo había tratado de afectar a
mi hijo. Yo estaba confiada en que Yahweh Rapha tenía la salud y la vida de mi
hijo en sus manos. Por otro lado, yo sabía que ya mi hijo se estaba dando el
tratamiento necesario para prevenir el desarrollo de esa enfermedad mortal. A
la misma vez, hubo una prueba de fe y compromiso por parte de Dios. Dice en
Josué 1:6, “se fuerte y valiente,” en todo momento, cuando se presenten las
dificultades, hay que esforzarse y ser valientes, como mi hijo pudo
experimentar ese día. Aún cuando estemos pasando “por valles de sombra de
muerte,” tenemos la confianza de que Yahweh está con nosotros y su vara y su
callado nos infundirán aliento.
Mi hijo lleva años observando la responsabilidad de
participar en un ministerio. Los padres cristianos predican modelando con sus
acciones lo que es responsabilidad y compromiso. Mi hijo ha visto eso en sus padres.
Fue un aliciente su nivel de entendimiento con los compromisos adquiridos.
Ese mismo lunes, 9 de agosto, me llamarón del departamento
de la salud. Me pidieron que también me pusiera la vacuna ya que yo había
tenido contacto directo con el murciélago. Fui inmediatamente a emergencias
médicas. Cuando entra el doctor, me dice, “¡oh, la mamá que trajo el murciélago
en el Tupperware! ¡Que gusto en conocerla!” Por supuesto, no pude evitar reírme
histéricamente. El doctor me dijo que desde el domingo todos en el hospital hablaban
del murciélago en el Tupperware. Me pusieron la vacuna a mí también, por la
cual pagué $450 dólares en deducibles. No importa el dinero, lo que importó fue
la que la vida de mi hijo y la mía no fue robada por el enemigo. Más aún, mi
hijo tuvo la oportunidad de mostrar madurez espiritual cuando entregó la situación
en las manos de Dios, orando, recibiendo la respuesta de Dios, y cumpliendo con
su compromiso.
¿Qué hace una mujer cuando su esposo no está físicamente
presente? Una mujer idónea toma las riendas del asunto ella misma, ya sea resolviendo
el asunto personalmente o buscando a alguien que le ayude. En ese encuentro con
el murciélago, yo clamé, “¡Jesús ayúdame!” Yo sentí la respuesta y actué. Digamos
que no hubiese podido cazar el murciélago por el mal de nervios o lo que fuese,
pudo haber pasado, pero hubiese buscado ayuda y hubiese actuado comoquiera. Ese
día yo caminé en la palabra, “Está atenta a todo lo que ocurre en su hogar, y no sufre las
consecuencias de la pereza” (Proverbios 31:27). Dios nos creó para ser útiles y
hacendosas.
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