martes, 13 de septiembre de 2022

La Gran Comisión Por Dra. Gladys M. Santiago

 

 

La Gran Comisión

Por Dra. Gladys M. Santiago

Recientemente estuve participando en un grupo de mujeres donde se me había asignado el versículo 19 del capítulo 28 del Evangelio de Mateo:

Vayan, pues, a las gentes de todas las naciones, y háganlas mis discípulos; bautícenlas en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo.”

Tres cosas me vinieron a la mente: que la salvación es para toda la humanidad; que el proceso del bautismo es el primer requisito para hacer discípulos de Cristo; y que la Gran Comisión es un mandato, no es opcional. O sea, que ser discípulos de Cristo requiere acción continua, consistente, y persistente. No se puede estar de brazos cruzados o ser meramente espectadores. No se puede dar excusas para evitar o sabotear, de manera consciente o inconsciente, el trabajo de la Gran Comisión.

La salvación es para toda la humanidad-

La venida de Jesús estableció un nuevo pacto donde el pueblo de Dios ya no se iba a dar a conocer por ser de una sola raza o nación, esto es, judíos solamente. Al contrario, según lo dijo el mismo Jesús en Lucas 22:20, el nuevo pacto se pone en acción cuando reconocemos que Él es nuestro salvador por medio de su sacrificio en la cruz. Todo el que acepte a Jesús y se convierta en su discípulo, esa persona pertenece al pueblo de Dios. En Jesús se cumplió una promesa de salvación para toda la humanidad, que incluye todas las razas y etnias. El plan de Dios desde la creación era de que todo hombre y mujer lo conocieran y lo glorificaran. A través del pueblo judío, Dios fue preparando su camino para darse a conocer a toda la humanidad. Por eso, cuando Jesús vino, vemos como Él mismo fue rompiendo barreras étnicas y el concepto de una sola nación bajo el nuevo pacto. Jesús no solo habló, sino que lo demostró. En los evangelios vemos muchos ejemplos de cómo Jesús interactuó con personas de otras naciones y razas. Lo vemos con la mujer samaritana en Juan 4:1-42. Jesús le llevó las buenas nuevas a una mujer de una raza despreciada. No sólo eso, esa mujer le llevó las buenas nuevas a su pueblo, y Jesús no se lo prohibió por ser mujer y samaritana. También lo vemos con la mujer siro-fenicia en Mateo 15:21-28. Jesús sanó a su hija que estaba endemoniada, y con estas palabras respondió a su ruego, “Oh mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas.”  Jesús también sanó al siervo del centurión romano como se puede leer en Mateo 8:5-13. Las palabras del centurión están grabadas en la memoria de muchos: “Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo, más solamente di la palabra y mi criado quedará sano.” Dice en la Escrituras que Jesús se maravilló y dijo, “En verdad os digo que en Israel no he hallado en nadie una fe tan grande.” Jesús les advirtió a muchos judíos incrédulos que ellos morirían por sus pecados y no tendrían morada con Él y el Padre. Esto lo dice en Juan 8:21-30, “por eso os dije que moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que yo soy, moriréis en vuestros pecados.” Jesús certifica que la salvación es para todo el que crea en Él y que todo el que lo siga pertenece al pueblo de Dios.

Otro pasaje donde vemos que nuevamente donde se certifica esa comisión de llevar el evangelio a todas las naciones está en Hechos 10:9-16, en la visión de Pedro, que él no entendió hasta que fue a la casa de Cornelio, el centurión romano. Dice en Hechos 10:34: Pedro entonces comenzó a hablar, y dijo:—Ahora entiendo que de veras Dios no hace diferencia entre una persona y otra,  sino que en cualquier nación acepta a los que lo reverencian y hacen lo bueno.  Luego más adelante dice en Hechos 10: 44-48: Todavía estaba hablando Pedro, cuando el Espíritu Santo vino sobre todos los que escuchaban su mensaje. Y los creyentes procedentes del judaísmo que habían llegado con Pedro, se quedaron admirados de que el Espíritu Santo fuera dado también a los que no eran judíos, pues los oían hablar en lenguas extrañas y alabar a Dios. Entonces Pedro dijo:—¿Acaso puede impedirse que sean bautizadas estas personas, que han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros?  Y mandó que fueran bautizados en el nombre de Jesucristo.

El bautismo –

El bautismo en agua es un acto de arrepentimiento, confesar los pecados y arrepentirse, y comprometerse a dejar de pecar. Esto es un acto que requiere sinceridad, honestidad, y entrega total. Es un acto que se hace con los ojos cerrados, como decimos de manera coloquial. No se piensa, no se regodea, uno se tira de pecho sin titubear ni dudar. Uno se rinde y se entrega de corazón a Dios sin juegos ni egos intelectuales. Cuando Juan el Bautista vio a muchos fariseos y saduceos que venían a bautizarse, pero que no lo hacían de corazón, él les dijo: «¡Raza de víboras! ¿Quién les ha dicho a ustedes que van a librarse del terrible castigo que se acerca? Pórtense de tal modo que se vea claramente que se han vuelto al Señor…” (Mateo 3:7-9). No hay pretensiones, tiene que haber un arrepentimiento sincero.

Y vemos a Jesús dando el ejemplo, aunque Él no tenía pecado, pero nos dio el ejemplo como se cuenta en Mateo 3:13-17. Juan El Bautista no quería bautizarlo pues ciertamente él entendía que Jesús era limpio de pecado. Sin embargo, Jesús dio testimonio de que el bautismo es el primer paso para convertirnos en sus discípulos. Dice en Mateo: Jesús fue de Galilea al río Jordán, donde estaba Juan, para que éste lo bautizara. Al principio Juan quería impedírselo, y le dijo:—Yo debería ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? Jesús le contestó:—Déjalo así por ahora, pues es conveniente que cumplamos todo lo que es justo ante Dios. Entonces Juan consintió. En cuanto Jesús fue bautizado y salió del agua, el cielo se le abrió y vio que el Espíritu de Dios bajaba sobre él como una paloma.  Se oyó entonces una voz del cielo, que decía: «Éste es mi Hijo amado, a quien he elegido.»” Después de Jesús ser bautizado, se fue al desierto donde ayunó por 40 días, se preparó espiritualmente, y luego comienza su ministerio.

La Gran Comisión -

El asunto de ser discípulos de Jesús va más allá de confesar los pecados, de evitar el pecado, y de participar en la congregación. Hay un mandato para todos. Jesús mismo dio el ejemplo al caminar por todo Israel, incluyendo Samaria, enseñando a los discípulos como llevar las buenas nuevas en el monte, en la sinagoga, y por donde quiera que anduviera.  No sólo les enseñó y se lo demostró, sino que también los envió a hacer lo mismo durante su ministerio. Lo vemos en Lucas 10:1-20, con el relato del envío de los 72 discípulos: Después de esto, el Señor escogió también a otros setenta y dos, y los mandó de dos en dos delante de él, a todos los pueblos y lugares a donde tenía que ir.” Se cuenta que los 72 discípulos regresaron regocijados por las obras que hicieron en el nombre del Señor. Dice en Lucas 10: Los setenta y dos regresaron muy contentos, diciendo:—¡Señor, hasta los demonios nos obedecen en tu nombre! Jesús les dijo:—Sí, pues yo vi que Satanás caía del cielo como un rayo. Yo les he dado poder a ustedes para caminar sobre serpientes y alacranes, y para vencer toda la fuerza del enemigo, sin sufrir ningún daño. Pero no se alegren de que los espíritus los obedezcan, sino de que sus nombres ya están escritos en el cielo.”

Un discípulo es una persona activa, que luego de ser bautizada, se entrena y luego sale a llevar el evangelio. Un discípulo aspira a ser como su maestro, sobre todo a poner en práctica lo que se le enseñó. Jesús fue un maestro que no sólo enseñó, sino que demostró como la lección se ponía en práctica. Jesús envió a los discípulos a una especie de internado/práctica, como se le llama a nivel universitario, cuando los discípulos habían terminado “los cursos de su concentración.” Esto es muestra fehaciente de que la Gran Comisión no es opcional, sino que es un mandato “sine qua non” para todo el seguidor de Cristo. Jesús no descansó, sino que estuvo en movimiento, caminando por todos lados. Entonces, ¿por qué tantas excusas entre el pueblo de Dios para moverse y cumplir con la Gran Comisión? La única manera de demostrar ser seguidores fieles y discípulos reales de Cristo es siendo partícipes de la Gran Comisión, que se puede llevar a cabo de muchas maneras. En Mateo 9:27-38 Jesús mismo hace la advertencia de que son pocos los que entenderán y llevarán a cabo el mandato: “Jesús recorría todos los pueblos y aldeas, enseñando en las sinagogas de cada lugar. Anunciaba la buena noticia del reino, y curaba toda clase de enfermedades y dolencias. Al ver a la gente, sintió compasión de ellos, porque estaban cansados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. Dijo entonces a sus discípulos:—Ciertamente la cosecha es mucha, pero los trabajadores son pocos. Por eso, pidan ustedes al Dueño de la cosecha que mande trabajadores a recogerla.” Jesús mismo reconoció que encontrar discípulos dispuestos a cumplir la Gran Comisión iba a ser cuesta arriba.

Hay una Gran Comisión de llevar el evangelio que data de 2022 años atrás. Me gustó mucho en la película de Luis Palau como la mamá le dice que él no tenía que esperar que Dios le hablara personalmente a él, sino que ya el Señor había dado la orden en la Escrituras. Eso de que tengo que esperar a que Dios me lo diga personalmente no aplica; YA SE DIO LA ORDEN:  Vayan, pues, a las gentes de todas las naciones, y háganlas mis discípulos; bautícenlas en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo.”

¿Acaso hay una recompensa? Sí, la hay: “Pero no se alegren de que los espíritus los obedezcan, sino de que sus nombres ya están escritos en el cielo.” (Lucas 10:20). Eso lo prometió Jesús a los discípulos.

Mujer de Dios, no esperes más, no te regodees, no des excusas, sal ya a llevar las buenas nuevas de la salvación.

 

 

 

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