jueves, 18 de octubre de 2012

Escucha, oh Dios, mi oración


Salmos 55

Escucha, oh Dios, mi oración;
    no pases por alto mi súplica.
¡Óyeme y respóndeme,
    porque mis angustias me perturban!
Me aterran
 las amenazas del enemigo
    y la opresión de los impíos,
pues me causa sufrimiento
    y en su enojo me insultan.

Se me estremece el corazón dentro del pecho,
    y me invade un pánico mortal.
Temblando estoy de miedo,
    sobrecogido estoy de terror.
¡Cómo quisiera tener las alas de una paloma
    y volar hasta encontrar reposo!
Me iría muy lejos de aquí;
    me quedaría a vivir en el desierto. Selah
Presuroso volaría a mi refugio,
    para librarme del viento borrascoso
    y de la tempestad.

 ¡Destrúyelos, Señor! ¡Confunde su lenguaje!
    En la ciudad sólo veo contiendas y violencia;
día y noche rondan por sus muros,
    y dentro de ella hay intrigas y maldad.
 En su seno hay fuerzas destructivas;
    de sus calles no se apartan la opresión y el engaño.

 Si un enemigo me insultara,
    yo lo podría soportar;
si un adversario me humillara,
    de él me podría yo esconder.
 Pero lo has hecho tú, un hombre como yo,
    mi compañero, mi mejor amigo,
a quien me unía una bella amistad,
    con quien convivía en la casa de Dios.

 ¡Que sorprenda la muerte a mis enemigos!
    ¡Que caigan vivos al sepulcro,
    pues en ellos habita la maldad!

Pero yo clamaré a Dios,
    y el Señor me salvará.
 Mañana, tarde y noche
    clamo angustiado, y él me escucha.
 Aunque son muchos los que me combaten,
    él me rescata, me salva la vida
    en la batalla que se libra contra mí.
 ¡Dios, que reina para siempre,
    habrá de oírme y los afligirá! Selah
Esa gente no cambia de conducta,
    no tiene temor de Dios.
 Levantan la mano contra sus amigos
    y no cumplen sus compromisos.
 Su boca es blanda como la manteca,
    pero sus pensamientos son belicosos.
Sus palabras son más suaves que el aceite,
    pero no son sino espadas desenvainadas.

 Encomienda al Señor tus afanes,
    y él te sostendrá;
no permitirá que el justo caiga
    y quede abatido para siempre.
 Tú, oh Dios, abatirás a los impíos
    y los arrojarás en la fosa de la muerte;
la gente sanguinaria y mentirosa
    no llegará ni a la mitad de su vida.
Yo, por mi parte, en ti confío.

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