sábado, 20 de octubre de 2012

Salmo 103


Salmos 103
Alaba, alma mía, al Señor;
alabe todo mi ser su santo nombre.
Alaba, alma mía, al Señor,
y no olvides ninguno de sus beneficios.


 Él perdona todos tus pecados
y sana todas tus dolencias;
él rescata tu vida del sepulcro
y te cubre de amor y compasión;
 él colma de bienes tu vida
y te rejuvenece como a las águilas.

El Señor hace justicia
y defiende a todos los oprimidos.
Dio a conocer sus caminos a Moisés;
reveló sus obras al pueblo de Israel.


El Señor es clemente y compasivo,
lento para la ira y grande en amor.
No sostiene para siempre su querella
ni guarda rencor eternamente.
 No nos trata conforme a nuestros pecados

ni nos paga según nuestras maldades.
Tan grande es su amor por los que le temen
como alto es el cielo sobre la tierra.
 Tan lejos de nosotros echó nuestras transgresiones
como lejos del oriente está el occidente.
Tan compasivo es el Señor con los que le temen
como lo es un padre con sus hijos.
Él conoce nuestra condición;
sabe que somos de barro.
 El hombre es como la hierba,
sus días florecen como la flor del campo:
sacudida por el viento,
desaparece sin dejar rastro alguno.
Pero el amor del Señor es eterno
y siempre está con los que le temen;
su justicia está con los hijos de sus hijos,
con los que cumplen su pacto
y se acuerdan de sus preceptos
para ponerlos por obra.

El Señor ha establecido su trono en el cielo;
su reinado domina sobre todos.


Alaben al Señor, ustedes sus ángeles,
paladines que ejecutan su palabra
y obedecen su mandato.
Alaben al Señor, todos sus ejércitos,
siervos suyos que cumplen su voluntad.
Alaben al Señor, todas sus obras
en todos los ámbitos de su dominio.


¡Alaba, alma mía, al Señor!

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