Pero, cuando regresaba a ese versículo y anclaba mi corazón en él noche
tras noche, el Señor fue profundizando mi fe. Sentí su fidelidad como nunca, y
aprendí que lo único que debía hacer era derramarle mi corazón y esperar
confiado en su promesa de estar siempre con nosotros por el Espíritu.
Adam Holz
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