martes, 24 de diciembre de 2013

Jesús, Creo en Ti

“Jesús, creo en ti, creo en ti. Recibe toda la gloria, recibe toda la honra, precioso hijo de Dios…”

Así es el verso de la canción que estoy escuchando en este momento. Es martes, 24 de diciembre de 2013, estoy limpiando y recogiendo para que la casa esté bonita en la noche de hoy y mañana, cuando celebraremos el nacimiento de Jesús. Escuchando la canción, me lleno de emoción. y me corren las lágrimas por el rostro. No lo puedo evitar, mi mente parece correr un maratón. Y es que no lo puedo evitar, no puedo dejar de pensar sobre quien soy y sobre el significado de ser creación de Dios. Tampoco puedo dejar de pensar en el significado que tiene Jesús en mi vida, en la de mi esposo, en la vida de mis hijos, y en el mundo.

Todavía no me quito de la mente el artículo que leí ayer en el New York Times, titulado “In No One We Trust.” El artículo habla de la continua y creciente desigualdad económica en los Estados Unidos (EU) de América, donde me encuentro residiendo por decisión de mi Dios. Y también se me viene a la mente el artículo que leí hace par de meses atrás en el diario español, El País, donde hablaba de la crítica situación económica de personas trabajadoras, sumamente trabajadoras, cuyo deseo de trabajar ha sido coartado por un sistema económico que sólo vela por los intereses de los ricos y poderosos. Y pienso en Puerto Rico, mi país, que se ha deteriorado tanto, tanto, dada la corrupción rampante del gobierno, los comerciantes, y el pueblo puertorriqueño también, que no es una corrupción distinta de la que se da en los EU, ni en España, ni en otros lugares del planeta. Y así mi mente sigue pensando a la velocidad de un trueno, y no puedo dejar de sentir dolor. Alguien puede preguntar, ¿y por qué te duele? ¡Claro, como si lo que pasara a mí alrededor no fuese asunto mío! Vivimos en un sistema social que nos enseña precisamente eso, a no preocuparnos, a pensar en nosotros nada más, a ser individualistas, a entretenernos con The Voice y toda clase de programas divertidos, pero enajenantes.

Y de eso de trata, diviértete y no pienses en lo que pasa alrededor, cierra los ojos, y no pienses, ni te quejes, ni levantes tu voz, pues hay que aceptar las cosas como son, porque así lo dice el sistema del hombre. Entonces se me viene a la mente, Mateo 26:63-66,

Más Jesús callaba. Entonces el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios. Jesús le dijo: Tú lo has dicho; y además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo. Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo: !!Ha blasfemado! ¿Qué más necesidad tenemos de testigos? He aquí, ahora mismo habéis oído su blasfemia. ¿Qué os parece? Y respondiendo ellos, dijeron: !Es reo de muerte!

Y pienso, si levanto mi voz, ¿Qué me puede pasar? ¿Seré acusada de blasfemia? ¿Seré rea de muerte? ¿Dirán que soy tal o cual cosa? Y no me quiero imaginar todas las palabras que se usarían en contra mía, para eso, para que no levante mi voz. Otros dirían: “es una fanática,” “los estudios la volvieron loca,” “yo lo digo, leer mucho vuelve loca a la gente,” “¡ahora es evangélica!…” y así sucesivamente muchas frases negativamente juzgadoras saldrían de la boca de muchas personas conocidas y no conocidas.

¿Quién es Jesús? Cuando Dios creó al mundo, Dios creó al hombre y la mujer a su imagen y semejanza. Sin embargo, le fallamos, y grandemente que le fallamos, aun así Dios siguió insistentemente buscando de nosotros; pero fuimos tan tercos, que no le hicimos caso y todavía no le hacemos caso, por eso vivimos ante tanta corrupción y desigualdad en todas las dimensiones de la vida humana. Envió profetas para anunciar la venida de su hijo, El Salvador. Las profecías se cumplieron, Jesús nació, y durante sus años de ministerio nos enseñó todo lo que tenemos que hacer para contar con la presencia de Dios y para dirigir nuestra vida por sus caminos. Todo eso está resumido en una palabra de cuatro letras: Amor. Amar a Dios por encima de todas las cosas y amar al prójimo como a ti mismo. Amas a Dios cuando honras que eres su imagen y semejanza, y para ser así, tienes que hacer lo que Dios mismo nos enseñó a través de su hijo Jesús. Esto es, no ser un fariseo, un saduceo, un hipócrita, un corrupto, etc. Amas al prójimo cuando tienes en mente, constantemente presente, los intereses de los demás, lo que es opuesto a lo que ocurre hoy día. Son muchos los que celebraran esta noche y mañana el nacimiento de Jesús, incluyendo todos esos corruptos que aman al dinero, las posiciones, y todo lo mundano por encima de Dios y que para nada aman al prójimo como a sí mismos. Ellos tienen el poder en la tierra, pero no en el cielo.

Yo creo en ti, Jesucristo, y aunque digan que soy loca o fanática, no me importa. Creo en el amor a mi Dios y al prójimo, y deseo que mi vida siga enfocada en estos dos grandes mandamientos. Hoy y mañana celebraré con gran felicidad y amor tu venida al mundo, que me hayas enseñado los pasos para llegar a Dios padre, y para contar con la presencia del Espíritu Santo. Jesús, tu muerte en la cruz es una muestra de lo tan lejos que puede llegar la maldad en el ser humano, a matar al hijo mismo de Dios. Sin embargo, la victoria fue tuya y sigue siendo tuya, pues todavía dos mil años después, seguimos alabándote y glorificándote, y seguimos proclamando la presencia del Padre, Hijo, y Espíritu Santo. Adonde quiera que vaya, te tengo presente en mi vida, y eres la brújula de mi caminar y mi forma de ser con los demás.

¿Qué vale más, ser como los corruptos en el sistema del hombre o amar a Dios y al prójimo, como me lo enseñó Jesús? Dios, tú me distes el libre albedrío, y yo escojo seguirte a ti, en el nombre de Jesús. Jesús, CREO EN TI.

lunes, 2 de diciembre de 2013

Tito 3:4-7

Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres,

nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo,

el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador,

para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna.

Tito 3:4-7