Se acercó otro ángel y se puso de pie
frente al altar. Tenía un incensario de oro, y se le entregó mucho incienso
para ofrecerlo, junto con las oraciones de todo el pueblo de Dios, sobre el
altar de oro que está delante del trono. Y junto con esas oraciones, subió el humo del incienso desde la mano del
ángel hasta la presencia de Dios. Luego el ángel tomó el incensario y lo
llenó con brasas del altar, las cuales arrojó sobre la tierra; y se produjeron
truenos, estruendos, relámpagos y un
terremoto.
Apocalipsis 8:3-6
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